Joaco Alegre es colaborador de Economistas Frente a la Crisis
El término “Economía Colaborativa” proviene de la expresión inglesa “Sharing Economy”, divulgado separadamente por Lisa Gansky[1] y Rachel Bootsman con Roo Rogers[2] en 2010.
Denomina acciones de distinto tipo, con una característica común: todas están basadas en las tecnologías de la información y comunicación, que permiten la creación de redes sociales y portales, donde se pueden realizar interacciones entre individuos de forma masiva.
Bajo este paraguas, se incluye por el momento 4 epígrafes: Conocimiento abierto, consumo colaborativo, finanzas compartidas y producción colaborativa. Como factor principal, la construcción de inmensas bases de datos que se gestionan de forma colectiva e interactiva y que se pueden compartir y actualizar en tiempo real por los usuarios.
Esto nos acerca a una concepción del ser humano como insecto social, que por primera vez comparte una superestructura de datos/información/conocimiento transmisible y utilizable por todos los individuos. Una suerte de inteligencia colectiva. A esto lo llamamos mesh (malla) o red (red social). Y cada usuario constituye un nodo (nudo) de la red, de múltiples redes superpuestas. Como una red neuronal.
Analizando cada área por separado:
Consumo Colaborativo
El Consumo Colaborativo, según Wikipedia, es “el acceso a bienes y servicios sin detentar la propiedad de los mismos, a través de plataformas digitales”[3]. Bajo esta denominación conviven iniciativas muy diferentes en su concepción y objetivos, aunque el entorno tecnológico de utilización es muy similar: Desde plataformas que buscan compartir de forma gratuita y altruista bienes escasos, fomentando adicionalmente la relación personal (streetbank)[4], hasta plataformas con un claro modelo de negocio (uber)[5]. Incluso algunas que nacieron como plataformas colaborativas gratuitas, y posteriormente han mutado en modelos de negocio (blablacar)[6].
Enfocado desde la vertiente económica: si aplicamos en alguna red social nuestros activos infrautilizados (casa, coches, objetos) haciendo líquido un beneficio latente, lo llamamos consumo colaborativo. En los casos en que esta actividad se organiza como un modelo de negocio, elimina ciertas “capas” de la producción que son mochilas improductivas.
Desde el punto de vista de la economía clásica, el consumo colaborativo (transaccional, no gratuito) altera el statu quo de la definición de mercado. Las plataformas colaborativas se han acercado a las condiciones de libre mercado establecidas por los economistas clásicos: los mercados colaborativos son más eficientes en la asignación de precios y recursos, al poner en valor, además, recursos infrautilizados. El “alquiler compartido” de bienes hace posible su “divisibilidad”, que el sistema “tradicional” de adquisición y consumo no alentaba. Esto provoca que las plataformas colaborativas sustituyan paulatinamente a otros mercados menos eficientes.
Algunos modelos, además, nos acercan a la acepción más pertinente de consumir, que es la de agotar la utilización de los objetos hasta su fin.
Lo que no queda alterado por el consumo colaborativo es el paradigma mercantilista. Quizás en algunos casos lo acentúa, al sustituir la benevolencia del consumo compartido por su mercantilización: algunas relaciones y experiencias, antes realizadas “gratis et amore” ahora pasan a ser relaciones mercantiles, como la transformación del autoestopista gratuito en consumidor colaborativo. El “free-rider” se incorpora al sistema, tanto por el ajuste de la tecnología, como por la escasez de los recursos. El free-rider, ahora se ha refugiado en el sector financiero, que es el menos regulado[7].
Otra cuestión estriba en la propiedad y explotación de las plataformas colaborativas: muchas de ellas son propiedad (adquirida o ab initio) de grandes corporaciones, que de esta manera amplían su modelo de negocio, como nuevos intermediarios de la economía colaborativa, recogiendo parte del margen que percibían las “capas obsoletas” de producción y distribución de las empresas tradicionales. Estas grandes corporaciones se benefician de la inexistencia y/o fragmentación de regulación (las regulaciones estatales) para extender sus iniciativas, que constituyen negocios altamente beneficiosos.
Conocimiento abierto
El Conocimiento abierto, es la denominación de iniciativas colaborativas, “que promueven la difusión abierta del conocimiento, y la posibilidad de reutilización y redistribución sin trabas legales, sociales o tecnológicas” (reformulado desde Wikipedia)[8]. El ejemplo inmediato es precisamente Wikipedia: una enciclopedia colaborativa y libre, tanto en la publicación como en su utilización y consulta.
Este conocimiento de libre disposición abarca desde las herramientas de creación de programas (Open source software) hasta la información científica, en todo tipo de disciplinas; desde la investigación hasta la comunicación, la educación o la actividad cultural.
Toda la información (datos y herramientas) compartida, se transforma en conocimiento, gracias al apoyo interactivo de los usuarios, y también la colaboración desinteresada de instituciones, divulgadores, investigadores y científicos de todas las áreas, que han renunciado a los derechos de propiedad intelectual – de forma total o parcial -, con el objetivo de expandir la inteligencia colectiva. La integración de este conocimiento (cognición) con nuestra personalidad emocional, sentimental, sensible (sensitiva), intuitiva y volitiva, que constituiría la sabiduría personal, es todavía una dinámica interior del individuo. Pero ya se atisban interacciones emocionales y sentimentales en red, que complementarían la evolución del conocimiento en red hacia la sabiduría.
En el campo del Conocimiento Abierto, también coexisten áreas de negocio con otras iniciativas gratuitas; en la práctica, esto deriva, por ejemplo, en modelos de software de multi-licencia o licencia dual, en los que el pago por la utilización se establece en función de la aplicación que se haga del software, en entornos comerciales, particulares o de código abierto. En cada caso, es la negociación personal y directa la que determina el grado de colaboración, en el rango que va desde el copyright hasta el copyleft.
La cantidad de conocimiento ofrecido y gestionado es ingente: OpenDOAR (Directory of Open Acccess Repositories) – http://www.opendoar.org -, un directorio oficial de Repositorios Académicos o Institucionales de Acceso Abierto, tiene contabilizados, a fecha de noviembre 2014, 2726 Repositorios[I], que incluyen más de 210 millones de entradas.[9]
Producción Colaborativa
En el ámbito del conocimiento, su elaboración y compilación puede contemplarse desde el punto de vista intelectual (tratándose entonces de conocimiento abierto) o desde el punto de vista económico (denominándose Producción Colaborativa), dado que todo conocimiento puede ser “paquetizado” (en quantos de conocimiento) y considerado también como un bien o servicio de inteligencia colectiva, acaparable y susceptible de transacción.
Pero la Producción Colaborativa no se limita únicamente a la elaboración de software libre o de servicios profesionales (formativo-educativos, o de otro tipo). Y al igual que el Consumo Colaborativo abarca iniciativas de cooperación desinteresada (no remunerada), junto con modelos de negocio lucrativo.
La producción colaborativa incluye también estructuras (redes o mallas) profesionales en las que se establecen contactos directos entre usuarios para la gestión y elaboración compartida de proyectos, servicios u objetos de todo tipo, en campos como el diseño, la arquitectura y la ingeniería industrial. Este fenómeno es coincidente con la aparición de las impresoras 3D.
La alianza entre la producción colaborativa y la impresión tridimensional puede cambiar fuertemente la fabricación y producción de objetos en un plazo relativamente breve: las factorías de multitud de objetos utilizados diariamente, pueden pasar de las fábricas de los polígonos industriales (muchas veces en el extranjero), a los domicilios.
La producción colaborativa no es una simple cuestión de individuos o profesionales trabajando de forma adhocrática en red difusa: grandes corporaciones industriales están incorporando o han entrado en la Producción Colaborativa por dos tipos de motivos:
La gestión de la reputación corporativa, y el hallazgo de un nicho de gestión productiva para grandes corporaciones: la subcontratación externa multitudinaria. En inglés queda mejor: “crowd-based resources”[10].
En esencia, consiste en la sustitución de empleados internos por individuos subcontratados para cada tarea, fundamentalmente trabajadores especializados, artesanos, inventores, o personal de staff, mantenimiento o marketing. Trabajadores autónomos (freelancers) ofrecen su talento y servicios en las plataformas de producción (marketplaces), para ser contratados por las organizaciones.
Este sistema también elimina “capas improductivas”, además del ajuste de costes a sus términos variables (el desideratum de todo director financiero) y la posibilidad de contratar profesionales talentosos de cualquier parte del mundo.
Sin embargo, como indica Owyang[11], la eliminación de capas no elimina las tareas de administración y contratación de los autónomos. También exige mayor precisión en el diseño del proyecto. Y, existe el peligro de un alejamiento de las condiciones del libre mercado, permitiendo un monopsonio de facto en el “mercado del talento”, que limitaría su eficiencia.
Como dato de la relevancia del sector: Más de 2 billones[II] de dólares han sido invertidos por firmas de capital-riesgo en más de 500 empresas de economía colaborativa desde 2012.[12]
Las Finanzas Colaborativas.
“El término Finanzas Colaborativas describe una categoría específica de transacciones financieras que ocurren directamente entre individuos sin la intervención de una institución financiera tradicional. Este nuevo sistema de gestionar transacciones financieras informales es posible gracias a los avances en medios sociales y plataformas en línea peer-to peer”, define collaborativefinance.org.[13]
Collaborativefinance.org establece, en el panorama de las finanzas colaborativas, cuatro campos de atención: los microcréditos (microcredit), los préstamos sociales (social lending), los ahorros sociales (social saving) y el crédito multitudinario (crowdfunding).
Yo añadiría a las monedas complementarias[14], y en especial, las divisas de crédito mutuo, por lo siguiente:
La cesión de la capacidad de generar moneda por parte del poder político a la banca está en el origen del problema de la escasez artificial del dinero. Como explican con claridad Michael MacLeay, Amar Radia y Ryland Thomas, pertenecientes al Directorio de Análisis Monetario del Banco de Inglaterra:
“En la economía moderna, la mayor parte del dinero toma la forma de depósitos bancarios. Pero es frecuentemente incomprendido cómo se crean esos depósitos bancarios: el camino principal es a través de los bancos comerciales haciendo préstamos. Cada vez que un banco hace un préstamo, crea simultáneamente un depósito correspondiente en la cuenta bancaria del prestatario, lo que crea dinero nuevo”. [15]
La gran opacidad y falta de regulación en las actividades de los bancos privados, provoca la concentración en pocas manos de los activos financieros, teóricamente de propiedad común. Este proceso de concentración acentúa la desigualdad y mantiene los privilegios de un monopolio, entregado sin contrapartidas a la explotación comercial de algunas instituciones, y que ha tenido dos consecuencias:
El sobreendeudamiento de los estados: Demos por bueno el trabajo de los bancos privados como generadores de moneda, esto es, que la cantidad de moneda generada es equivalente a la riqueza generada – de lo que es dato indiciario la práctica inexistencia de inflación –. Para el sistema es indiferente si esta generación de moneda está realizada por uno u otro de los actores económicos. El dinero ha sido emitido por los bancos, pero también podría haber sido emitido por los ciudadanos. En este caso, el estado – los gobiernos – han preferido, en una decisión política, ceder la capacidad de generación de dinero a algunas instituciones privadas, para luego endeudarse con ellas, en vez de generar directamente el dinero por si mismos.
Como segunda consecuencia – derivada de la primera -, una gran cantidad de población se ha visto desprovista de la herramienta financiera básica para su actividad profesional, lo que ha provocado la aparición de redes solidarias y colaborativas en los márgenes del sector oficial del crédito. La tecnología de redes sociales ha detonado la implantación social de las redes de finanzas colaborativas. También ha detonado otras iniciativas como las criptomonedas digitales.
Las Monedas Complementarias (algunas convertibles en divisas fiduciarias, y otras no), se han re-actualizado – tienen casi un siglo en su versión moderna -, a veces como mecanismo de dinamización económica local, en otros casos como herramienta de supervivencia y muchas veces como sistema de cohesión grupal o local. Son especialmente remarcables los sistemas monetarios basados en el crédito mutuo: una vez reconocido que las divisas corrientes son simplemente una promesa de pago (aunque sea, como dicen los norteamericanos, mediante la confianza divina – “in god we trust”), puede resultar de mucha mayor confianza un círculo reducido de personas, que se dan a sí mismas una capacidad de crédito –crédito mutuo –, que la confianza que podemos depositar en “instituciones” financieras privadas de todos los países.
Los sistemas de crédito mutuo[16] se basan en la transparencia de las anotaciones y la trazabilidad de las transacciones. Esta trazabilidad y transparencia podría darse también en las divisas fiduciarias corrientes, si los paraísos fiscales no truncaran la trazabilidad de las operaciones financieras. Mientras existan los paraísos fiscales existirán condiciones detonadoras, aceleradoras y mantenedoras de las crisis financieras.
En los sistemas de crédito mutuo no existe el pago de intereses, más bien al contrario: en algunos casos de monedas complementarias locales (Chiemgauer)[17], diseñadas para dinamizar el intercambio local, se ha dotado a la moneda de mecanismos de “oxidación”, que provocan la pérdida de valor, en caso de que no sea utilizada. Dado que el sistema se basa en las anotaciones en cuenta, estas divisas “oxidadas” no se pierden, sino que se acumulan en cuentas comunes, donde la asamblea soberana les otorga un destino, que puede ser una inversión de apoyo social, ecológico o de otro tipo.
Los Bancos de Tiempo, los Sistemas de Intercambio Local (LETS) y las monedas locales son sistemas de crédito mutuo.
Las finanzas colaborativas, la tecnología y capacidad informática y la estructura de nodos – común a todos los aspectos de la economía colaborativa -, permite eliminar capas improductivas en el sector financiero, al igual que en otros sectores. Pero aquí, la resistencia de los actores improductivos es equivalente a su poder económico y social.
Con la tecnología actual, no tendría mucha dificultad la sustitución de todas las empresas de intercambio de divisas fiduciarias por un superordenador, que casara automáticamente todas las posiciones de cambio cada día, sin costes de transacción y minimizando ineficiencias (acercándose al libre mercado de competencia perfecta).
Un sistema similar podría ser introducido en la gestión de las bolsas de valores, eliminando la intermediación costosa, arriesgada e ineficiente de “traders”, cuya vigilancia requiere un ejército de supervisores y reguladores públicos. El sistema actual transita entre un garantismo vigilante, que significa un sobre-coste para los inversores y una sobreexposición al riesgo de traders codiciosos: Véase las estadísticas de la web U.S. Securites Insider Trading Information.[18]
La cesión de la emisión de dinero a las “Instituciones Financieras Monetarias” es tácita: no encuentro en el reglamento del Banco Central Europeo[19], instrucciones acerca de la capacidad de creación de dinero por parte de las Instituciones Financieras Monetarias.
Algunos expertos han desarrollado modelos de Sistemas Monetarios Estables. Especialmente interesante, tanto por el prestigio de su impulsor (Bernard Lietaer[20]), como por la agudeza de su análisis y la innovación y solvencia de su criterio es la moneda complementaria Terra[21].
El beneficio de Terra como Divisa alternativa de Referencia Comercial (Trade Reference Currency), coexistiendo con el resto de monedas, se cifra en su poder estabilizador del ciclo económico, trabajando contra la volatilidad del cambio de divisas y proporcionando un marco estable para el comercio y los intercambios, que haga más eficiente el mercado mundial.
El control y la regulación de los sistemas monetarios, en busca de su estabilidad y equidad no resuelve la segunda parte del problema financiero: ¿Qué inversiones financiamos? (en parte, con nuestros depósitos).
Hasta el momento, el modelo de crecimiento ha seguido la senda que han marcado las instituciones financieras con sus decisiones de financiación: dado que la cantidad de dinero es finita, financiar un tipo de proyectos, supone dejar de financiar otras alternativas. El crowd-funding, como sistema de microfinanciación masiva resuelve este problema a pequeña escala; proyectos que quedan fuera del circuito bancario convencional, por su falta de atractivo en rentabilidad financiera, pero altamente interesantes para la generación de bienes relacionales, se sostienen gracias a este tipo de iniciativas: muchos proyectos de conocimiento abierto se financian con las micro-aportaciones de usuarios y “simpatizantes”.
El crowd-funding y los microcréditos también resuelven la financiación de proyectos viables que, simplemente han sido desechados por la banca tradicional por su falta de avales sobre el importe financiado. Curiosamente, el ratio de impagos de préstamos en las entidades de microcréditos, como los Bancos de Crédito Comunitario es menor que en la banca comercial.[22]
Pero las decisiones de financiación tomadas de forma democrática o asamblearia tampoco tienen por qué ser más eficientes y sostenibles. Una clave quizás se encuentre en la gestión de la reputación, personal y corporativa, en la red.
El Futuro
La red facilita la estructuración de la sociedad en grupos, de forma relacional, tal como la concibe Pierre Bourdieu. El mecanismo relacional es intrínseco a la red.
Por este motivo, además de la citada mejora de la eficiencia económica, la utilización – ya sea remunerada o altruista – de la economía colaborativa en redes sociales aumentará de forma exponencial (viral).
En el futuro, es de prever que coexistirán modelos de trabajo basados en el lucro personal y empresarial, con otros más altruistas, orientados a la cooperación y desarrollo de las personas, en todos los ámbitos de la economía colaborativa. La tarea a realizar consiste en la adecuada regulación de las actividades, de tal manera que se interfiera lo mínimo posible en la libertad y creatividad humanas, base del conocimiento y desarrollo, evitando también situaciones de un desequilibrio excesivamente ineficiente entre actores, en los distintos campos de juego de la economía, la producción, el conocimiento y las finanzas.
La valoración de nuestras acciones, métodos, actitudes y respuestas en la red será más visible y matizada. Las interacciones de “amistad” y “me gusta/no me gusta” empiezan a ser la prehistoria de la red.
Las grandes corporaciones se han visto obligadas a gestionar su reputación en redes sociales: nuestros votos monetarios empiezan a tener un poder, también como elementos para la toma de decisiones de inversión y de los sistemas y modos de producción y contratación de nuestros proveedores, aunque éstos sean de gran tamaño.
La difusión más abierta y libre de los sistemas y mecanismos de consumo, producción, conocimiento y finanzas puede ayudar al desarrollo de las personas. ¿De algunas? ¿De todas?
Libertad, como capacidad de conocer y pensar. Igualdad, como capacidad de actuar libremente. Fraternidad, como capacidad de amar. ¿También en la red?
Joaco Alegre
Diplomado en empresariales y MBA Executive
Vicepresidente del Grupo Impulsor del Orué – La moneda colaborativa
12 de noviembre de 2014
[I] “A repository may be defined as a set of systems and services which facilitates the ingest, storage, management, retrieval, display, and reuse of digital objects. Repositories may be set up by institutions, subject communities, research funders, or other groups. They may provide access to a variety of digital objects, including peer-reviewed journal articles, book chapters, theses, datasets, learning objects, or rich media files.” (Pinfield, 2009, 165)
[II] Billones americanos (billions): miles de millones
[1] Lisa Gansky; The Mesh: Why the Future of Business is Sharing (Portfolio/Penguin, Fall 2010)
[2] Rachel Botsman and Roo Rogers; What’s Mine Is Yours: The Rise of Collaborative Consumption. New York: Harper Business, 2010
[3] http://es.wikipedia.org/wiki/Consumo_colaborativo
[4] http://www.streetbank.com/splash?locale=es
[7] http://inequalityforall.com/the film
[8]http://es.wikipedia.org/wiki/Conocimiento_abierto
[9] Open Access repositories Worldwide 2005-2012: past growth, current characteristics and future posibilities. http://eprints.whiterose.ac.uk/76632/
[10] http://www.web-strategist.com/blog/category/collaborative-economy/ by Jeremiah Owiang,
[11] Jeremiah Owiang, fundador de crowdcompanies.com (véase nota 14)
[12] CB Insights data, Deloitte análisis (march 2014)
[13] http://www.collaborativefinance.org/
[14] http://communitycurrenciesinaction.eu/about-ccs/
[15] “Money creation in the modern economy” (http://www.bankofengland.co.uk/publications/Documents/quarterlybulletin/2014/qb14q102.pdf).
[16] http://p2pfoundation.net/Mutual_Credit
[17] http://www.chiemgauer.info/
[18] http://insidertrading.org/
[19] http://www.ecb.europa.eu/ecb/legal/pdf/l_01520090120es00140062.pdf
[20] http://en.wikipedia.org/wiki/Bernard_Lietaer
[21] http://www.terratrc.org/PDF/Terra_WhitePaper_2.27.04.pdf
[22] http://www.slideshare.net/mig76/bancos-comunitarios-de-desarrollo-en-brasil-por-diogo-rego?qid=14f586b1-08e2-4d5b-a7f7-26a57e661163&v=default&b=&from_search=2
Muy Instructivo joaco.